El pecado imperdonable

Las palabras de Jesús, como siempre, deben leerse con mucha atención. Él no estaba diciendo que todas y cada una de las blasfemias invocando el nombre del Espíritu Santo son imperdonables. No estaba anunciando que hay una cierta categoría amplia y ambiguamente definida de transgresiones imperdonables que necesitamos para vivir temerosos de que, ya sea por descuido o accidentalmente, hablemos palabras que nos sitúan para siempre más allá del alcance de la gracia divina. De hecho, Jesús dijo específicamente: «Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; [excepto] la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada» (Mateo 12.31). De modo que su solemne advertencia sobre este extraordinario acto de blasfemia imperdonable estuvo precedida por una amplia declaración afirmando que cualquier otro tipo imaginable de «pecado y blasfemia» es perdonable.

Claro que Jesús no estaba diciendo que el pecado de alguien es perdonado automáticamente sin tener en cuenta si la persona se arrepiente y cree o no. Todo pecado es condenable, siempre y cuando el pecador permanezca impenitente e incrédulo. «El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3.18).

Pero incluso el más vil pecado es perdonable y perdón completo está garantizado para todo pecador que renuncia a su amor al pecado y se vuelve a Cristo como Salvador. «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1.9). En otras palabras, cuando estamos de acuerdo con Dios acerca de nuestra propia culpa, la sangre expiatoria de Cristo nos limpia de toda clase de pecado o blasfemia, no importa cuán abominable sea. Jesús mismo hizo esta promesa: «De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida» (Juan 5.24). No obstante, un pecado muy específico es instantánea y permanentemente condenable. Cada detalle de la declaración de Jesús sobre el pecado imperdonable deja claro que Él está hablando de una singular, flagrante maliciosa y deliberada manera malvada de blasfemia: «la blasfemia contra el Espíritu» (Mateo 12.31). El artículo definitivo es decisivo. Hay un contraste claro y significativo entre «todo [otro] pecado y blasfemia» y este pecado en particular que «no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero» (v. 32).

El contexto de Mateo 12 indica claramente a lo que Jesús se refería. Esta era la blasfemia que acababa de decir este grupo de hipócritas religiosos.

Los fariseos mismos realmente no creían, ni podían hacerlo, en su propia estratagema. Después de todo, ellos estaban ante la misma presencia de Cristo cuando Él manifestó su poder y gloria. Ellos nunca negaron sus milagros. Y allí estaban como testigos presenciales de otra maravilla indiscutible hecha por Jesús. Sabían claramente toda la verdad sobre Él, pero aun así lo rechazaron; además, intentaron activamente de apartar a otros de Él. Aún peor, trataron de desacreditarlo con una blasfemia alegando que sus milagros eran posibles por el poder de Satanás.

La intencional dureza de corazón del pecado de los fariseos es el principal factor que lo hizo imperdonable. ¿Por qué le dieron el mérito a Satanás por lo que Jesús había hecho por medio del poder del Espíritu Santo? Ellos lo habían visto vencer los demonios. Ellos comprendieron plenamente quién era Jesús y con qué autoridad hablaba y actuaba (Juan 11.47–48; 12.9; Lucas 6.10–11; Hechos 4.16); sin embargo, ellos lo odiaban con un odio diabólico. Está claro que mentían cuando decían que Él era diabólico.

Jesús estaba hablando directamente a ellos cuando dijo: «¡Generación de víboras! […] por tus palabras serás condenado» (Mateo 12.34, 37). Esta fue su final e impresionante respuesta a esos mentirosos y blasfemos farsantes religiosos. El pecado de ellos era tan atroz y tan aborrecible que Jesús de inmediato los condenó para siempre. En esencia, Él le dio a la multitud una vista previa de la sentencia definitiva de sus acusadores. Aquel a quien se le ha dado todo el juicio (Juan 5.22) pronunció formalmente el veredicto de culpables. Su veredicto en contra de ellos se dictó de manera pública, enfática y con finalidad absoluta. Desde ahora estaban marcados para siempre a la oscuridad y a la dureza de corazón que habían elegido para sí mismos.

¿Por qué fue la declaración de ellos un delito tan grave contra el Espíritu Santo? Por un lado, la sanidad del endemoniado era tanto una obra del Espíritu Santo como una obra de Cristo. Todos los milagros de Jesús se hicieron de acuerdo con la voluntad del Padre mediante el poder del Espíritu Santo (Lucas 4.14; Juan 5.19, 30; 8.28; Hechos 10.38). Por lo tanto, atribuir milagros de nuestro Señor a Satanás era dar mérito a Satanás por la obra del Espíritu Santo. Porque sabían bien que el insulto abominable de los fariseos era una directa, deliberada y diabólica blasfemia contra el Espíritu de Dios.

Además, el Espíritu Santo es el que confirma el testimonio de Cristo y el que hace que su verdad sea conocida (Juan 15.26; 16.14–15). «Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad» (1 Juan 5.6). Para los que tienen oídos para oír, el testimonio del Espíritu Santo acerca de Cristo era estruendosa y definitivamente el polo opuesto de lo que estos fariseos afirmaban. Una vez más: los fariseos sabían esto. Las señales y milagros que habían visto eran reales e incontrovertibles. Ellos emitieron su blasfemia con plena conciencia de que se oponían a Dios, mintiendo sobre su siervo ungido y blasfemando su Espíritu Santo.

Para ellos, ya no había esperanza, «ni en este siglo ni en el venidero» (Mateo 12.32). Habían deliberadamente cerrado sus ojos y sus oídos a la verdad por mucho tiempo. Al rechazar el testimonio más poderoso posible de la verdad, eligieron en su lugar una mentira. Después de esto, Jesús perentoriamente ocultaría la verdad de ellos por el uso de las parábolas en su enseñanza pública.

ARTÍCULO EXTRAÍDO DEL LIBRO: “PARÁBOLAS” DE JOHN MACARTHUR. DESCARGA MUESTRA GRATIS. HAZ CLICK AQUÍ.

Comentarios

Comentarios